Una dulce florcita

Yo no sé como serán esos huracanes que tienen nombre, porque felizmente, solo los he visto en las noticicias, pero puedo asegurar que las tormentas que vienen del océano, cuando chocan con los vientos que bajan de las montañas, a veces son...importantes. Y esta, había tardado lo suficiente en armarse como para saber que venía con carácter.
Alrededor de las cuatro de la tarde el cielo se puso de un color azul plomizo, y el viento se detuvo. Estar junto al mar, en esas condiciones, sin nada de brisa es una sensación de que algo va a pasar..., y nada bueno. Y allá, a lo lejos, lenta, pero inexorablemente se veía una nubecita blanca, medio deshilachacha que avanzaba hacia nosotros, como dando giros sobre si misma...
Paco, guardaba las sombrillas, hamacas y demás cosas, mientras yo aseguraba los postigos y ataba las lonas y toldos.
En los muelles, los pescadores se preparaban para recibir a la madre natura.
Los parroquianos, unos huyeron antes que fuera tarde, otros se acomodaron a ver el espectáculo.
Y se largó.
Tenía todos los condimentos para una sinfonía.
He aprendido que la vida tiene solos de violín, de trompeta o de gaita, incluso momentos para un cuarteto de cuerdas y varias opciones que hasta pueden ser los umpluged de mtv, pero lo que me hace dar real cuenta que estoy vivo y cuál es mi verdadero tamaño en todo esto, es una buena sinfonía como la que estaba ahí afuera.
Después que pasó la ansiedad del momento inicial, ya supimos como venía la mano. Es entonces cuando uno agradece la seguridad y el cobijo de la casona. Pongo otro leño en la chimenea y disfruto la novela que estaba leyendo.
El viento y la lluvia golpeaban los ventanales que dan a la terraza
-boss, me dijo Paco, afuera encontré unos cachorros empapados, se ve que se les aguó la cita. Que opina si los ubico en la mesa cerca de la chimenea hasta que se les seque la ropa y después llamamos a Anselmo para que los lleve a sus casas...?
En la puerta Margarita y Joséph mojados como si recien salieran del mar. No tendrían más de catorce años. Ella protejía un atadito de narcisos que seguramente él le había regalado. Pegaditos, muertos de frio, agarraditos de la mano esperaban la señal de aprobación del soberano.Yo
Chorreban, es el término justo.
-mmmhh, que se dén una ducha caliente, les dás algo de ropa seca, pón la mojada junto al fuego para que se seque y sírveles un submarino bien caliente..., creo que quedan churros de chocolate y dulce de leche... Y volví a enfrascarme en mi policial.
Lola, que estaba acurrucada en un sillón, sonrió y se fue a ayudar a Paco.
Al rato los vi instalados, junto al fuego. Muy juntitos. Hablaban, y hablaban, cada tanto reían. Sus vidas, sus dudas, sus miedos, sus sueños... y se seguían contando y descubriendo.
La gente del lugar miraba por la ventana como la tormeta arreciaba, hablaban en voz baja de sus cosas o simplemete encontraban el fondo de sus vasos. En otras palabras, se hacían los distraídos mientras de reojo los miraban y se recordaban en otros tiempos. Tiempos de promesas.
De pronto ella le dijo algo, no importa qué, se levantó y comenzó a bailar frente a él...
Y se hizo la magia.
La gente que viene a la cantina, es gente grande, que ha vivido. Pescadores duros. Mujeres que viven de su cuerpo. Más de uno que ha decidido no dar más batalla y solo espera que la cosa termine. Gente. Amigos. De todo.
Y cada tanto, en medio de tanta roca dura e impenetrable, vemos nacer una dulce florcita.
Afuera seguía lloviendo.