A veces me preocupa/alegra que a algunas gentes no le agrade la vida de la aldea y emigren.
A veces me preocupa/entristece que a algunas gentes le agrade los modismos de la aldea e inmigren.
Finalmente, sólo quedamos los que sentimos a la aldea de la misma forma...
Y entre sus múltiples ocupaciones, está la de encontrar y notificar a parientes y deudos de quien haya dejado este valle de lágrimas.
Tal vez, en algunas culturas esta función pareciera rozar con el chisme, sin embargo en la aldea es una actividad que da como resultado que no se muera nadie en silencio, o a escondidas.
En otras palabras que cuando muere alguien lo sabemos todos.
Mi padre tenía un amigo al que llamábamos tío Sacha. Un ruso loco y divertido, de aspecto flaco y fibroso, que entre sus debilidades y habilidades se encontraban, las mujeres, los caballos, la bebida y la juerga.
Un verdadero artista en algunos aspectos.
Admirable...
En mis días de infancia, y no tanto, cuando llegaba el verano, y mi madre no sabía qué hacer conmigo, mi padre sugería que fuera a pasar unos dias a la granja del tío Sacha. Para gastar energías, según él.
Me llevaban a la estación de tren, provisto de una maleta con la que yo apenas podía, una vianda para el viaje, el boleto de primera clase, cosido en el bolsillo superior de mi campera, los datos pertinentes al guarda (a cargo de mi padre), y la larga lista de consejos y directivas (a cargo de mi madre). Me subía al vagón, y desde la ventanilla me despedía
Y allá partía.
En esos veranos, mi tío Sacha me enseñó a querer y tratar a los caballos como sólo un descendiente de cosacos podría. Me enseño de aves, del cielo y las estrellas. De tormentas y señales en la naturaleza.
Me enseñó filosofía...
Me enseño a disfrutar, cuando ser salvaje y cuando controlarme.
Y me enseño de sus otras "artes".
Fueron seis veranos que marcaron mi educación, como pocas universidades.
Tenía dieciseis años en mi último verano, y ya no fui más.
Cosas de adolecente...
Cada tanto lo seguí viendo. Sin embargo, fue con los años que le reconoci su valor, y cada vez recuerdo con más cariño aquellos veranos.
Hace unos dias le llamé por teléfono para pedirle consejo sobre unas yeguas que quiero comprar. Alguna vez he comentado de mi gusto por cabalgar por la playa.
Me atendió un desconocido.
Me contó que es el nuevo dueño de la granja. Que el tío Sacha la había vendido porque con la artritis ya no podía seguir trabajando. Que se mudó a un asilo, en un pueblito cerca de Pau, y que había fallecido hacía siete meses...
...
Adiós viejo amigo. Prositt!